Al día siguiente la prensa nos da cuenta de los hechos. Un anciano se cayó por un ribazo y quedó en el fondo inmóvil oculto y atrapado por unas zarzas. Su perrillo lo acompañó toda la noche en su cautiverio vegetal soportando una fuerte helada.
Tuvo que llegar el mediodía para que un vecino, que salió con las primeras luces del día, lo encontrara gracias a que su diminuto perro y el del hombre herido se reconocieran por sus ladridos. Mientras los dos perros jugaban ajenos al emotivo encuentro, el hombre magullado y casi sin voz se limitó a decir a su salvador: "Gracias, de verdad".