¿Quién no ha oído hablar de la cultura del vino, de los toros, del deporte? Si en todos estos casos se sustituye cultura por costumbre la expresión gana mucho en propiedad.
Los toros son una tradición cruel, bastante primitiva y salvaje que repugna a los sentimientos de cualquier persona sensible, no necesita ser culta para eso. A veces, para su descargo, los aficionados aducen que los ingleses practican la caza del zorro. Habría que decirles que en ocasiones no se persigue a un zorro, sino a un señuelo impregnado con su olor y el juego consiste en ver si la jauría seguida por los jinetes es capaz de descubrir el escondite donde se ocultó el señuelo. De todas formas también tenemos nosotros la caza de liebres con galgos.
Lo malo de los toros es que al pobre animal, que es presa y no cazador, se le torea (que intente el torero torear a un animal cazador como el león o el tigre), se le hiere con puyazos y banderillas y al final, cuando el toro está extenuado, mareado y desangrado se le mata con frecuencia torpe y cruelmente. Pero todo esto no es lo peor. Lo peor es que todo esto se ha convertido en espectáculo donde se saca los peores instintos de los espectadores. No hay más que recordar la pena de muerte. En la Edad Media eran, además de un espectáculo, de las formas más crueles: descuartizamiento, hoguera. Después se procuró que el reo no sufriera y su muerte fuera instantánea, pero siguieron siendo un espectáculo. Hubo que esperar casi al siglo XX para que dejaran de alimentar el morbo del público.
Lo mismo podríamos decir de "la cultura del" boxeo que gracias a Dios prácticamente ha sido erradicado de España. En el caso de los toros y del boxeo la confusión quizá se deba a que sobre ellos se hayan inspirado magníficos versos, novelas y películas. Habrá que recordar que el objeto de inspiración no es arte o cultura sino la obra realizada por el artista inspirado. Un fusilamiento el 2 de mayo no es arte, el cuadro de Goya si.