
Al Che, supongo, no le iba la práctica de la medicina, aunque esta sea una de las profesiones en que más puede hacer por los desfavorecidos. Hombre de mal asiento y gatillo fácil, lo suyo era vivere pericolosamente. Tomó en sus manos el folleto de viajes para enrolarse en alguna revolución pendiente y emprendió viaje a Cuba.
La revolución cubana era necesaria y en España se celebró su triunfo. Nos habían vengado de la afrentosa derrota de 1898 contra Estados Unidos. Muchos españoles ignoran que nuestra última guerra con una potencia extranjera fue contra EEUU. Creo firmemente que esta guerra marcó profundamente tanto nuestro subsconciente como el de ellos y se manifiesta en nuestro mutuo rechazo.
Pronto se vio que los revolucionarios tenían poco de demócratas y que harían lo imposible para perpetuarse en el poder. Para colmo de fatalidades la torpe política estadounidense hizo que la revolución se inclinara del lado del comunismo, ya que sólo la URSS y China parecieron dispuestas a ayudarles tras los ataques, a veces nada solapados, de los norteamericanos.
Terminada y asentada la revolución no soportó mucho tiempo ni los cargos de gobierno, ni ejerció la medicina como ministro, como profesor o como médico rural de la más humilde aldea.
Hombre de acción, de acción armada, cogió de nuevo el fusil, preguntó a ver a quien había que liberar y se fue a Bolivia donde encontraría la muerte.