22 febrero 2006

el enfermo imaginario

Si el protagonista del Enfermo imaginario de Moliere creía padecer todas las enfermedades, algunas mentes enfermas transfieren todos sus males y nos quieren hacer creer que España es víctima de todos los problemas. Según ellos la economía va mal. Será la suya, no hay más que echar una mirada a nuestro alrededor y ver que la gente nunca vistió mejor, jamás viajó tanto, nunca se construyeron tantos edificios –que se compran a precios disparatados – ni tantas autovías ni trenes de alta velocidad. Y la Bolsa sigue subiendo desde hace más de un año.

La emigración asusta también a estas victimas del miedo hijo de la ignorancia. Si no fuera por lo emigrantes, quién hubiese construido nuestras casas, nuestras obras públicas, quién hubiera cuidado a nuestros mayores, quién recogería las cosechas de nuestros campos. La emigración no es más que otra muestra de nuestra bonanza económica y una bendición para sacudirnos nuestro aldeanismo de país que vivió siglos encerrado.

¿Y en qué cabeza cabe que la reforma del Estatuto de Cataluña pueda ser un problema? Tampoco es grave que Cataluña se llame nación si eso les place, en otros tiempos fue un estado del reino de Aragón y en la Primera República, de corte federal, lo que en la dictadura eran regiones se denominaban estados, como en EE.UU. o en Méjico. Que un territorio se llame región, nación, estado o comunidad tanto da. Sin ir más lejos, en la liga de rugby de las seis naciones, cuatro de ellas son Escocia, Gales, Inglaterra e Irlanda que compiten con Francia e Italia. Se imaginan algo similar en España.

¿Siente Vd. por la mañana al levantarse que España se resquebraja? Pues Vd. no debe ser un patriota, pues los que afirman ser muy patriotas así lo sienten. Debemos tranquilizarlos. España es uno de los países más antiguos de Europa y sus fronteras no han sufrido variación desde el siglo XV. En cambio, la mayoría de los estados europeos, Gran Bretaña incluida, ha sufrido grandes cambios territoriales en pleno siglo XX.

Es en casa, donde tenemos nuestros pequeños problemas que, por ser nuestros, son los verdaderos y grandes problemas. Lo otro es desviar la atención de los demás y la nuestra, actos de irresponsabilidad, intereses inconfesables.

1 comentario:

Anónimo dijo...

Según tengo entendido fueron pocas las medidas de la Primera República que llegaron a cuajar, como ese proyecto de Constitución Federal que no llegó a más de una declaración de intenciones. Resuelve usted con asombrosa facilidad los tan cacareados 'males de España', algo que produce un curioso efecto en el lector. Por un lado, resulta convincente todo su discurso, por otro lado parece como una solución rápida. Con todos mis respetos, no se puede solucionar el cacao territorial con un elegante 'laissez-faire'. Estimado urtaliano, que el Estatuto de Cataluña sea un problema, entra en muchísimas cabezas, como bien sabe usted por tantos y tantos artículos intelectuales bien pensantes. Este domingo en El País, había dos buenas argumentaciones al respecto de las consecuencias de la aplicación de tales leyes (no sé de derecho) que se emanan del Estatuto. Le recomiendo su lectura, y verá entonces que los nacionalismos (del que está travestido todo el Estatut) no aportan soluciones prácticas ni aceleran los procesos de conocimiento. Más bien al contrario, crean una cultura seleccionada en torno a unos apellidos, manipulan en aras de cultivar una cultura que ya no es espontánea y tratan de hacer prevalecer una lengua sobre otra, unos escritores sobre otros, unos poetas sobre otros. Me decía un amigo nacionalista catalán: "tú también eres nacionalista español". No perdona, no leo los Episodios Nacionales de Galdós, ni suena el pasodoble cuando se casa mi tía Paqui. Quizá este distanciamiento con lo que se supone que es nuestra cultura es preocupante, y nos haga homogeneamente planos, carne de centro comercial y peliculón americano. Una cosa es un leve patriotismo, que quizá en nuestro caso debería ser mayor (nos averguenza la palabra español, quizá con razón), y otra el nacionalismo excluyente y ramplón que quieren en Cataluña. Pero, ¿lo quieren todos? Ah, muy señor mío, le daré un dato, extraido precisamente de ese periódico independiente de la mañana: el 42% de los catalanes se define tan catalán como español. Podríamos entrar también a analizar las lagunas de eso que insistimos en llamar el gobierno del pueblo: ese 90% del Parlamento catalán que aprobó ese proyecto de Estatut, no refleja el sentir de sus representados.
Con todo esto, trato de demostrarle que si uno tira del hilo se encuentra con puntos grises, complejos. Las palabras no son sólo palabras, a pesar de lo que digan: nación significa nación, bomba bomba, cuernos cuernos. Que se lo digan al reo, si le parece igual culpable o inocente.
De todas formas, no habría que tener miedo al cambio, si este fuera de un modo honesto y no cainita. El problema es que en ese sentido los catalanes son tan españoles como Manolo el del bombo, y el fair play es algo tan remoto como que Madrid tenga playa. Por eso se pone el grito en el cielo.