En alguna emisora de radio que escucho distraídamente por las mañanas, han traído para la programación veraniega un divulgador científico. Bienvenido sea.
Cuando conecto la radio ya ha comenzado su intervención. Está hablando sobre la Tabla Periódica de los Elementos Químicos de Mendeleiev. Cómo los elementos de la misma columna tienen propiedades similares y cómo gracias a ella se pudo predecir la existencia de un elemento así como sus características atómicas y propiedades químicas. Años despues este elemento químico fue descubierto y se le puso el nombre de germanio.
Enlazó este elogio a Mendeleiev y su Tabla, horror de los estudiantes, apostilló la locutora, con el origen de los elementos. Estos se forman en las estrellas a partir del átomo más sencillo, el hidrógeno, compuesto de un protón y un electrón. Debido a las altas temperaturas y presiones reinantes a partir de átomos de hidrógeno en sucesivas reacciones de fusión producen helio, compuesto por dos neutrones, dos protones y dos electrones. Así, por sucesivas fusiones se irán formando los demás elementos compuestos cada vez por más neutrones, protones y electrones.
Pasó a narrar, yo ya iba por la segunda mano del rasurado (en Urtala aún nos rasuramos, los afeites son cosas de damiselas), cómo la materia que conforma los planetas es la de las estrellas que murieron y en un formidable estallido expandieron la materia que formaron por el universo.
El lector que haya llegado hasta aquí se preguntará: ¿Y el título de Semillas a qué viene? Pues a que en una desafortunada metáfora, quizá como resultado de luna idea recibida desde el púlpito donde tantas veces hemos oído glosar la cita del evangelio según San Juan 12:24, Os aseguro que si el grano de trigo que cae en la tierra no muere, queda solo; pero si muere, da mucho fruto, el divulgador científico afirmó que una estrella debe morir para que los planetas nazcan, al igual que una semilla debe morir para que nazca una planta. Los apóstoles eran pescadores y parece que de agricultura no sabían mucho.
Cualquier agricultor de Urtala sabe que lo anterior no es cierto. Si por inundación de los campos o por heladas las semillas mueren no habrá cosecha. La semilla,en esencia, en nada se diferencia de un huevo de ave: está formado por un embrión vivo, aunque en vida latente, y una reserva alimenticia para completar su desarrollo embrionario hasta que tenga la raíz y el primer par de hojas que lo haga autosuficiente. La germinación no es otra cosa que el despertar de esa vida latente del embrión para retomar su desarrollo embrionario que empezó con la formación de la semilla, y que culminará con la formación de un nuevo individuo.
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