18 septiembre 2008

che, el argentino

No seré yo quien vaya a ver esta película de Steven Soderbergh con Benicio del Toro como protagonista. Sin querer he tenido que soportar toda la publicidad directa e indirecta, presentaciones y entrevistas y ya he terminado saturado. El mismo hartazgo que en su día produjo en mí el narcisismo insoportable del Che y de otros revolucionarios.

Al Che, supongo, no le iba la práctica de la medicina, aunque esta sea una de las profesiones en que más puede hacer por los desfavorecidos. Hombre de mal asiento y gatillo fácil, lo suyo era vivere pericolosamente. Tomó en sus manos el folleto de viajes para enrolarse en alguna revolución pendiente y emprendió viaje a Cuba.

La revolución cubana era necesaria y en España se celebró su triunfo. Nos habían vengado de la afrentosa derrota de 1898 contra Estados Unidos. Muchos españoles ignoran que nuestra última guerra con una potencia extranjera fue contra EEUU. Creo firmemente que esta guerra marcó profundamente tanto nuestro subsconciente como el de ellos y se manifiesta en nuestro mutuo rechazo.

Pronto se vio que los revolucionarios tenían poco de demócratas y que harían lo imposible para perpetuarse en el poder. Para colmo de fatalidades la torpe política estadounidense hizo que la revolución se inclinara del lado del comunismo, ya que sólo la URSS y China parecieron dispuestas a ayudarles tras los ataques, a veces nada solapados, de los norteamericanos.

Terminada y asentada la revolución no soportó mucho tiempo ni los cargos de gobierno, ni ejerció la medicina como ministro, como profesor o como médico rural de la más humilde aldea.
Hombre de acción, de acción armada, cogió de nuevo el fusil, preguntó a ver a quien había que liberar y se fue a Bolivia donde encontraría la muerte.

5 comentarios:

Anónimo dijo...

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Anónimo dijo...

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elnaugrafodigital dijo...

¿Quienes son esas amistades tan raras? Querido ivlius, no irás a verla porque hace que no pisas un cine desde antes del Oscar a Garci, corrígeme si me equivoco. En esta familia nuestra no hay grandes cinéfilos, la verdad.

El Che era un absoluto culo inquieto. No sé si el asma tendria algo que ver -quién sabe- y no podía estar paradico el hombre. También era persona ideática, como lo fueron por ejemplo San Ignacio de Loyola o San Fco. Javier. Podrían haberse quedado aquí ayudando a los pobres, pero querían fundar iglesias, evangelizar mundos, llegar al límite. Esto no es ni bueno ni malo, sino rasgos del carácter. saludos

jpascualripa dijo...

Deben ser de la CIA y como intenten hacer un desembarco en el rellano de casa, serán repelidos con la misma contundencia que lo fueron en Bahía Cochinos.

No es el cine el que no me gusta, sino las salas de proyección. No aguanto las colas ante la taquilla, ni los olores en la sala, ni las corrientes de aire, ni el sonido atronador, ni al que come palomitas, ni al que llega tarde y te da un golpe en el cogote, ni al que te colocas las rodillas en el respalde de tu butaca. Quería decir que, cuando la pongan en la televisión, no la veré.

Acción y reflexión (ideas) suelen ser cualidades opuestas e irreconciliables. Ignacio de Loyola, hombre que pasó de la acción a las ideas, no se movió de Roma. Francisco de Javier, típico culo inquieto navarro, se fue a recorrer el mundo convirtiendo a infieles, pero sin la espada en la mano.

Los rasgos del carácter pueden ser buenos, malos y pésimos. No te olvides de los psicópatas. El Che era un guerrillero y cuando la acción armada terminó en Cuba y todos respiraron tranquilos, él fue a buscarla en otra parte. Fidel Castro, Raúl y todos los demás, cuando acabó la lucha armada pudieron dedicarse a la verdadera acción revolucionaria, la transformación social del país.

Jordi Santamaria dijo...

Bastante de acuerdo con las ganas de conflicto del Che. Al cual no se le conocen muchos escritos, algo que hubiese ayudado a ensalzarlo o defenestrarlo con más conocimiento de causas.
Sí que valoro que no se quedase en Cuba para hacer esa eme de revolución, algo tan feo y mentiroso.
Como todo joven que muere precozmente, el respeto o cague a la muerte provoca la leyenda social consecuente...