A los que esta crisis les ha supuesto la pérdida de su empleo, mis condolencias y mi más ferviente deseo de que pronto encuentren otro mejor. Pero como el Comandante Fidel, llegó la crisis y mandó parar.
Mandó parar una situación insostenible que nadie en su sano juicio pudo imaginar que se había llegado. Cómo es posible que empresas constructoras de renombre hayan podido llegar a acumular deudas de 2.500 millones y 3.000 millones de euros. Cómo es posible que a esas empresas y a otras muchas más, que por su menor tamaño ni salen en la prensa, les han podido dar esos créditos bancos que se suponen que para ellos lo único sagrado es el dinero y que con el dinero no se juega.
Y parece ese comportamiento disparatado que se ha producido en el mundo empresarial a servido de mal ejemplo entre los ciudadanos. De este modo las familias se encuentran atrapadas por múltiples créditos y el zarpazo de la crisis les vuelve a la realidad como unos golpes en la cara hacen volver en sí al que perdió el conocimiento.
El precio del crudo cae en picado de 145 dólares el barril a 50, en los supermercados se empiezan a vender marcas blancas como nunca, los coches de lujo y de mayor consumo dejan de venderse. Como consecuencia algo nunca visto. En tres meses el IPC baja de 5,3% a 2,4% y puede terminar el año a 1 y pico.
Hemos recuperado la sensatez.
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