En mi infancia había dos churrerías que yo recuerde. La de La Estrella, en la calle Eslava, y la de la Mañueta. La de La Estrella se encontraba al lado de una tienda de ortopedia y enfrente del parque de bomberos. Mientras hacían la compra yo me entretenía con el museo de los horrores que era el escaparate de la tienda y con los pequeños camiones Magirus de los bomberos.
En la de la Mañueta quedaron grabadas en mi memoria unas jaulas hechas con madera y alambres y que simulaban palacios orientales. Ayer volví a verlas. Las jaulas que nadie parecía recordar existían.
Hace tiempo que estas antiguas churrerías cerraron, pero la de la Mañueta sigue abriendo en ciertas fechas: los domingos de octubre y las fiestas de San Fermín. Los nostálgicos clientes, que son muchos y siempre tuvieron estos churros por los mejores de la ciudad, vienen a aprovechar la ocasión.
Después café o chocolate en el Iruña.
En la de la Mañueta quedaron grabadas en mi memoria unas jaulas hechas con madera y alambres y que simulaban palacios orientales. Ayer volví a verlas. Las jaulas que nadie parecía recordar existían.
Hace tiempo que estas antiguas churrerías cerraron, pero la de la Mañueta sigue abriendo en ciertas fechas: los domingos de octubre y las fiestas de San Fermín. Los nostálgicos clientes, que son muchos y siempre tuvieron estos churros por los mejores de la ciudad, vienen a aprovechar la ocasión.
Después café o chocolate en el Iruña.
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