06 agosto 2007

¿qué es lo literario?

En nuestras charlas literarias ha surgido más de una vez la pregunta:¿qué es lo literario? No es nada fácil definirlo y muchos autores han dedicado miles de páginas a este tema.

Más facil es, a alguien con afición a la lectura y que haya ido desarrollando su gusto literario distinguir qué obras son obras maestras, de segunda categoría o pura bazofia. Les brindo una cata a ciegas, como se hace en las bodegas, entre un vino del año, un reserva y un gran reserva. Ustedes dirán.

El martes a las cinco de la mañana José Arcadio había tomado el café y soltado los perros, cuando Rebeca cerró la ventana y se agarró de la cabeza de la cama para no caer. "Ahí lo traen", suspiró. "Qué hermoso está." José Arcadio se asomó a la ventana, y lo vio, trémulo en la claridad del alba, con unos pantalones que habían sido suyos en la juventud. Estaba ya de espaldas al muro y tenía las manos apoyadas en la cintura porque los nudos ardientes de las axilas le impedían bajar los brazos. "Tanto joderse uno", murmuraba el coronel Aureliano Buendía. "Tanto joderse para que lo maten a uno seis maricas sin poder hacer nada." Lo repetía con tanta rabia, que casi parecía fervor y el capitán Roque Carnicero se conmovió porque creyó que estaba rezando. Cuando el pelotón lo apuntó, la rabia se había materializado en una sustancia viscosa y amarga que le adormeció la lengua y le obligó a cerrar los ojos. Entonces desapareció el resplandor de aluminio del amanecer, y volvió a verse así mismo, muy niño, con pantalones cortos y un lazo en el cuello, y vio a su padre en una tarde espléndida conduciéndolo al interior de la carpa, y vio el hielo. Cuando oyó el grito,creyó que era la orden final al pelotón. Abrió los ojos con una curiosidad de escalofrió, esperando encontrarse con la trayectoria incandescente de los proyectiles, pero sólo encontró al capitán Roque Carnicero con los brazos en alto, y a José Arcadio con su escopeta pavorosa lista para disparar.

Tomado este sorbo no lo traguen, muevanló por su boca para que vaya soltando sus aromas y sabores. Lo primero que destaca es la descripción precisa de un fusilamiento con unas notas poéticas dificilmente alcanzables por otros vinos:
trémulo en la claridad del alba, los nudos ardientes de las axilas, refiriéndose a unos vulgares golondrinos que tenía en los sobacos y le impedían pegar sus brazos al cuerpo, lo repetía con tanta rabia, que casi parecía fervor, que estaba rezando, la rabia se había materializado en una sustancia viscosa y amarga que le adormeció la lengua y le obligó a cerrar los ojos y -mi reino, mi reino por esta frase- entonces desapareció el resplandor de aluminio del amanecer.

Viene a continuación el recuerdo que acude a la mente del que va a ser fusilado. No es el recuerdo socorrido y sensiblero a la madre, a hechos gloriosos de las mil batallas en las que luchó. Recuerda algo simple, una niñería: la tarde espléndida que vio el hielo.

Y para terminar tres imágenes literarias de primer orden:
abrió los ojos con una curiosidad de escalofrió, la trayectoria incandescente de los proyectiles, su escopeta pavorosa y una sorpresa, la sorpresa final: pero sólo encontró al capitán Roque Carnicero con los brazos en alto, y a José Arcadio con su escopeta pavorosa lista para disparar.


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