10 agosto 2007

lo literario (3)

El de hoy es un gran reserva, rico en innúmeros matices, del que han bebido, sin decirlo, tantos escritores españoles. Las máscaras del héroe, por citar uno de los últimos, de Juan Manuel de Prada está escrita llevado de la mano del autor de éste extracto. Tan agarrado iba a la mano de su mentor, que no auguraba nada bueno. Mucho me temo que fue así.

El jardín de los Frailes, geométrica ruina de cactus y laureles, gozaba la vista del mar: Por las mornas tapias corrían amarillos lagartos: En aquel paraje estaba el juego de la rana, ya crepuscular, recién pintado de verde. El Tirano, todas las tardes esparcía su tedio en este divertimiento: Pausado, prolijo, rumiando la coca, hacía sus tiradas, y en los yerros, su boca rasgábase toda verde, con una mueca: Se mostraba muy codicioso y atento a los lances del juego, sin ser parte a distraerle las descargas de fusilería que levantaban cirrus de humo a lo lejos, por la banda de la marina. La sentencias de muerte se cumplimentaban al ponerse el sol, y cada tarde era pasada por las armas alguna cuerda de revolucionarios. Tirano Banderas, ajeno a la fusilería, cruel y vesánico, afinaba el punto apretando la boca. Los cirrus de humo volaban sobre el mar.

-¡Rana!

El Tirano, siempre austero, vuelto a la trinca de compadres, desplegaba el pañuelo de dómine, enjugándose el cráneo pelado:

-¡Aprendan, y no se distraigan del juego con macanas!

Un vaho pesado, calor y catinga, anunciaba la proximidad de la manigua, donde el crepúsculo enciende, con las estrellas, los ojos de los jaguares.


El lenguaje de la primera frase,
El jardín de los Frailes, geométrica ruina de cactus y laureles, gozaba la vista del mar, es sencillo, su sintaxis resulta algo más complicada, debido a la concisión y el tono poético. Podía haber sido así: Desde el jardín de los frailes, que por su abandono era ya una ruina geométrica de cactus y laureles, se podía gozar de la vista del mar. No es muy distinta, pero no hay color.

De la última sólo me cabe repetirla para rendirle un nuevo homenaje:
Un vaho pesado, calor y catinga, anunciaba la proximidad de la manigua, donde el crepúsculo enciende, con las estrellas, los ojos de los jaguares. Aclarando en todo caso que catinga es, en este caso, olor desagradable que desprenden algunas plantas y animales, y manigua es un terreno cubierto de maleza.

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